¿"El Muro" es para no entrar o para no salir?
Toda nuestra concepción de los muros, desde la Gran Muralla China hasta la valla de un chalet de lujo, se basa en una idea: mantener a la gente fuera. Un muro es un filtro.
Bienvenido al Muro Mundial
La tendencia más importante en internet ahora mismo es también la más deprimente: el paso de una red abierta a una cerrada. Lo pronosticaba ya en esta TEDx Talk que ofrecí y el tiempo me está dando la razón.
Lo que una vez se celebró como una pradera infinita de libertad y conexión se está convirtiendo, ladrillo a ladrillo, en un complejo de urbanizaciones privadas con guardias de seguridad en la entrada.
Como te explicaba la semana pasada: Un archipiélago de jardines amurallados.
Esto no es una opinión. Es una observación. Y es la corriente que está definiendo el futuro de tu negocio, de tu marca y de tu capacidad para ganarte la vida en el entorno digital.
Estamos construyendo muros. Por todas partes.
Cuando la pandemia nos lo permitió, en un intento de escapar de las paredes de mi casa, acabé con mi mujer en Berlín. Y como no puedo evitar buscarle tres pies al gato a todo, terminamos en un museo, delante de una pared que me cambió la perspectiva: la Puerta de Ishtar. Una entrada monumental a la antigua Babilonia.
A veces, cuando ves las cosas, es cuando las entiendes de verdad.
Y lo entendí. Las puertas y los muros nunca han sido “solo” para la defensa. Su función principal, casi siempre ha sido económica. Un muro es la forma más antigua de controlar el mercado. De decidir quién entra, quién sale y, sobre todo, quién paga peaje.
La Puerta de Ishtar, con su azul brillante y sus bestias mitológicas, no era distinta a un moderno embudo de ventas. Era un filtro carísimo que gritaba al mundo: “Aquí dentro está el dinero y el poder. Si no tienes nada de valor que ofrecer, sigue tu camino”.
Ese muro de hace 2.600 años, el muro de Berlin del siglo XX que todos conocemos y casi todas las murallas de la historia de la humanidad, son el mismo muro que están construyendo hoy ante tus narices.
Las pruebas del amurallamiento
No hace falta ser un historiador para ver las murallas. Están por todas partes, disfrazadas de conveniencia y de comunidad.
El Muro de las Redes Sociales. Facebook no quiere que hagas clic en un enlace externo. Instagram esconde los links en una biografía que nadie visita. LinkedIn penaliza cualquier publicación que saque a los usuarios de su plataforma. Son jardines amurallados. Su negocio es mantenerte dentro, consumiendo su contenido y viendo sus anuncios. Y atención, aguantan tus mierdas personales únicamente poruqe TÚ y tu negocio, para ellos, son un mal necesario que preferirían que no tuviera puerta de salida.
El Muro de los Marketplaces. Amazon, Etsy, Booking.com... Te ofrecen acceso a su ciudad a cambio de un alquiler abusivo. Controlan tus precios, se quedan con comisiones sangrantes y, lo más importante, son los dueños de tus clientes. Los datos son suyos. La relación es con ellos. Tú eres un simple comerciante con un puesto en su plaza. Y te pueden echar mañana.
El Muro del Contenido. Netflix, Spotify, HBO. El modelo ya no es poseer, sino suscribirse. Pagas por el acceso a su catálogo amurallado. La cultura se ha convertido en un servicio de streaming, y los algoritmos deciden qué muros te muestran.
Internet se ha convertido en una fortaleza. Y tú, con tu negocio, vives dentro, pagando el alquiler. Y sí, todo apunta a que Internet será un lugar de pago en breve y seguramente caro.
Y lo peor es que tiene sentido: ¿por qué tragamos con los muros?
Aquí viene la parte jodida. Este amurallamiento no es una conspiración. Es una consecuencia lógica. Las empresas levantan muros por una razón muy simple: el control. Un entorno abierto es caótico e impredecible. Un entorno cerrado es gestionable, medible y, sobre todo, monetizable.
Pero la verdadera pregunta es: ¿por qué nosotros, los usuarios y los pequeños empresarios, aceptamos vivir dentro?
Por tres motivos:
Conveniencia. Es más fácil subir un producto a Etsy que montar un e-commerce desde cero. Es más cómodo dejar que el algoritmo de Instagram te encuentre clientes que aprender a generar tu propio tráfico.
Seguridad. Los muros nos dan una falsa sensación de protección. Un entorno curado y controlado parece más seguro que la anarquía de la web abierta.
Resultados (aparentes). Al principio, funciona. Consigues tus primeros clientes, tus primeras ventas. La plataforma te da un pequeño chute de dopamina para que te enganches.
Cedemos libertad a cambio de comodidad. Y ese es un pacto peligroso. Porque el dueño del muro siempre puede cambiar las condiciones del contrato.
“Creer que construyes tu negocio sobre Instagram es como montar tu tienda en el rellano de la escalera. Es un espacio común, no es tu local, y como un día a la presidenta de la comunidad se le crucen los cables, te pone las maletas en la calle.”
La única respuesta: construye tu propia puerta
Así que aquí estoy, escribiendo un artículo sobre los peligros de los muros, desde mi propio pequeño jardín vallado: una newsletter.
Y lo hago porque he asumido la gran ironía de nuestro tiempo: la única forma de sobrevivir a los muros es construir el tuyo.
No un muro para aislarte, sino un lugar con una puerta de la que solo tú tengas la llave.
En el mundo digital, ese lugar es la combinación como mínimo de dos cosas:
Tu página web: Tu castillo. Tu territorio soberano. El único lugar de internet donde no eres un inquilino, sino el propietario.
Tu lista de correo: Tu canal de comunicación directo. Sin algoritmos que decidan quién te lee. Una línea directa con la gente a la que le importas.
Todo lo demás (redes sociales, publicidad, colaboraciones) no son tu casa. Son las embajadas que abres en territorios extranjeros. Su única función es atraer a la gente hacia tu castillo. Hacia tu puerta.
La era del internet abierto, si es que alguna vez existió de verdad, se ha terminado. Ahora toca elegir de qué lado del muro quieres vivir. Puedes seguir siendo un siervo digital en el feudo de Zuckerberg o Bezos, o puedes empezar a levantar los cimientos de tu propio reino.
La decisión parece obvia, pero la inercia es muy poderosa.
Así que te dejo con la misma pregunta que me hago yo cada día:
¿estás construyendo tu negocio o simplemente decorando tu celda en la muralla de otro?
La respuesta a esa pregunta definirá tu futuro.
BONUS TRACK:
Esta semana te recomiendo la lectura de la News de
.Con C de Com es una de las newsletters que más me entretienen
También a
, y en la que además me han citado de una forma muy chula. Y aprovecho para darles las gracias.Piénsalo. Y si esta reflexión te ha servido, la mejor forma de derribar muros es compartir las ideas que nos hacen conscientes de ellos. Reenvíalo.
¡Gracias por leer La Pauletter! y ¡¡A seguir inventado!!
Magnífica reflexión Pau.
Tuve la suerte de ver la puerta Ishtar en Berlín. En Historia del Arte es una obra imprescindible, y cuando la vi, me dije que no hay nada como la realidad. Entonces no existía meta, ni Facebook e internet empezaba a asomar.
Llevo mucho tiempo diciendo que el mito de La Caverna Platón es el actual: cada red social, cada gigante de los que citas, no nos enseñan la realidad, lo que nos proyectan sombras de lo que quieren que veamos, y así hacernos creer que es lo que queremos. Desde la política al viaje que deseas. Te hacen creer que ves lo que quieres, pero es lo que quieren que veas.
Feliz domingo Pau.
Totalmente de acuerdo